¿Cuál es el árbol genealógico de esta pedagogía? ¿De dónde surge? ¿Cuál es su historia?
Para dar respuestas a estos interrogantes, no me queda más remedio que recurrir a mi propia biografía, a partir de la cual se han asentado las experiencias, informaciones y conocimientos que aquí desembocan.
A pesar de estar convencida de que el conocimiento no tiene nombre propio, que no es patrimonio privado, a pesar de mi constante insistencia en despersonalizar el trabajo que realizo, tengo que admitir con esfuerzo esta evidencia: la ‘encrucijada pasiva’ es corpórea, ocurre en algún tiempo y lugar. Por lo que con cierto pudor, relato a continuación los trazos de mi biografía que creo conforman los antecedentes de este trabajo.
He estado formada en tres disciplinas que durante mucho tiempo se debatían mi propio territorio, dado que no podía conciliar los aspectos intelectuales aportados por la educación académica (el magisterio y la antropología) y los artísticos aportados por la danza. Fue una fractura larga, difícil e incluso dolorosa, que afortunadamente vio su fin cuando fueron sintetizadas en lo que hoy es la ‘pedagogía del cuerpo en su manifestación energética’.
Durante la formación que recibí como maestra, me cautivó desde un principio el hecho de enseñar. Aunque entendí mucho más tarde el verdadero alcance de esta palabra, compartir el conocimiento no sólo era un placer para mí, sino que se me reveló como un deber, un compromiso, un desiderátum*. Comprendí desde joven que la educación es base del humanismo y a partir de ese momento fue irrenunciable.
El otro secuestro fue el que ejerció la danza. El placer y estado extático** del movimiento fue una experiencia muy temprana. Nací bailando, según el relato de mi madre. El camino de la danza no fue una elección premeditada, más bien me encontré en él. Las técnicas que estudié me aportaron formas variadas de entrenamiento del movimiento. Se iniciaron con las danzas folklóricas argentinas a la edad de 5 años y siguieron con la danza clásica, moderna y contemporánea. Cada una de ellas con un hacer y un saber propios que, más allá de moldear las formas -el ‘qué’ del movimiento- me aportaron un ‘desde dónde’ particular. Todas estas técnicas han sido ilustradoras de la versatilidad que posee el cuerpo de originar el movimiento, basándose en principios orgánicos diversos: en la musculatura y en su propiedad elástica de contracción-extensión-relajación, en las articulaciones con su propiedad de flexibilidad, en el sistema nervioso con su interconectividad en forma de red y de zonas de apuntalamiento. Otras técnicas aportaron principios de la física como el uso del peso y su relación con la gravedad, la inercia, la acción-reacción, la caída-recuperación, el contacto, el principio de espacialidad.
También confluyen en esta configuración técnicas y métodos corporales y psicoterapias que exceden el ámbito de la danza. A lo largo de los años han sido varios los entrenamientos, siendo los más significativos la expresión corporal, el psicodrama y el psicoanálisis. Merece una mención especial la formación que recibí de manos de Yiya Díaz del ‘Sistema Conciente para la técnica del Movimiento’ de Fedora Aberastury y del ‘Método Cos-Art’ que desarrolló a partir de las enseñanzas de Fedora. Fue gracias a este hallazgo que toda la diversidad fragmentada encontró unidad: el ‘lugar del acuerdo’. ***
La elección de la antropología fue ingenua. Escogí esa carrera por descarte y creyendo que su objeto de estudio era otro. Vengo de una familia de médicos en donde la profesión es considerada un acto de servicio. Por la identificación y admiración que esto me provocaba mi primera intención fue estudiar medicina. En mi juventud se consideraba que esa carrera era demasiado dura para una mujer y, a pesar de estar hoy alarmada por el paradigma patriarcal que esta postura encerraba, en su momento fue acatada con naturalidad.
Descartada la medicina me inscribí en la carrera de antropología pensando equivocadamente en una cierta proximidad entre aquella disciplina y la bioantropología, únicas lecturas que hasta ese momento había hecho sobre el tema. De alguna manera estaba cerca del cuerpo humano que tanto me intrigaba, aunque fuera desde una mirada diferente. Allí descubrí un mundo inmenso e inimaginado. Las perspectivas de análisis que me aportó la formación, me ayudaron a comprender aspectos del cuerpo relacionados con la paleo y la bioantropología, con las teorías evolutivas –filogénesis y ontogénesis-, con la etnografía, con la relación cuerpo-cultura, con la antropología filosófica, la antropología simbólica, la antropología de la medicina y la de la salud.
Esta reseña biográfica –no tan breve a mi pesar como preveía al principio- tiene como objetivo aclarar las fuentes que convergen en esta escritura, que pretende ser una antropología y una pedagogía del cuerpo. En ella aspiro a poner en diálogo los principios de transmisión pedagógica de una investigación del movimiento, alumbrada por teorías que ayuden a esclarecer en algo el misterio y el saber del cuerpo humano.
* Desideratum: Objeto y fin de un vivo y constante deseo.
** Extático: Ex – tasis, etimológicamente, es un estado más allá de cierto espacio o límite de lugar-tiempo.
*** Fedora Aberastury llama así al lugar donde no hay ruptura entre lo sentido y el pensamiento que piensa. Aberastury, F.: “Escritos”. Buenos Aires: Ed. Catálogos. (1992).